jueves, febrero 15, 2018

Cuando te duele ser psicóloga


El encuentro con un paciente por lo regular es un viaje maravilloso, una puerta que se abre hacia una nueva alma, a una manera diferente de leer la vida. Y por supuesto que ese ser viene cargado de angustia y dolor,  no obstante,   la posibilidad de movilizar su potencial y su desasosiego hacia sus recursos es un viaje sorprendente que nos permite crecer a los dos. Así que cada encuentro me llena de ilusión, curiosidad y alegría.

Siendo este un caminar gozoso,  algunas veces ha  tocado a mi puerta alguna angustia que me excede. Un momento difícil, muy difícil que aún hoy se me anegan los ojos cuando lo recuerdo fue  caminar al lado de aquella paciente sueca a la que llamaremos Rosa,  fue algo difícil verdaderamente difícil.  Rosa era una mujer encantadora, elegante, distinguida políglota, hablaba ocho idiomas, rondaba los 65 años,  había llegado a Colombia hacía más de tres décadas  y su neurólogo dos años atrás  le había diagnosticado la temible enfermedad del olvido: el  Alzheimer, fue éste precisamente su neurólogo quien me la remitió.

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